Como no tiene nada medianamente aceptable que proponer a la comunidad de naciones, Donald Trump se dedica a presumir una de las execrables prácticas históricas de Estados Unidos: anexionismo, robo, garrote sin zanahoria, invasiones por doquier, golpes de Estado aquí y allá, intervencionismo, amenazas, chantajes, violencia, vasallaje, sumisión, racismo, clasismo y mucho más, todo, según él, en nombre de lo que en ese país denominan “seguridad nacional” (que es igual a la inseguridad de todos los demás) y con esa falsa bandera mantiene las manos metidas hasta en el último rincón del planeta. El magnate, pues, reivindica el clásico salvajismo imperial. “A cambio” del sometimiento, ofrece “buen trato”.